lunes, 8 de marzo de 2010

Justo hoy

Justo hoy me vine a dar cuenta que Sacheri se equivocó. Justo hoy que todos hablan de él. Gran película el Secreto de sus Ojos, pero no viene al caso. No es por minimizarla, ni porque Francella sea hincha de Racing, o porque siempre me pareció estúpido el: “uyyyy”, o porque nunca tuve fanatismo por Los Bañeros más Locos del Mundo. Simplemente no tiene nada que ver con esta historia.

El cuento es otro, Una sonrisa exactamente así lleva por título. No voy a transcribir nada, no adhiero al plagio ni nada que se le parezca, simplemente me di cuenta que Sacheri se equivocó.

Yo también conozco a Obdulio, al Negro Jefe, también me enseñó que los de afuera son de palo, y que cumplidos solo si campeones. Por eso creo que seguí leyendo el cuento, porque hablaba de la selección del 50, la del Maracaná, la que cambió la historia. En el relato, un tipo, de esos que siempre quise ser, los que se la juegan de verdad, se chamuya una mina en un barcito de Suipacha hablándole de la Celeste, de Ghiggia y de Schiaffino.

Le busqué la vuelta, lo leí muchas veces, buscando guiños cómplices, giros verbales demasiado rebuscados para entenderlos, pero no. No entiendo como Sacheri escribió eso. Cómo permitió decirse que ese grupo de hombres era como un talismán, que sin su evocación no podía animarse a nada, que los necesitaba junto a él, que se recitaba la formación de memoria. El Negro Fontanarrosa o cualquier pibe de barrio diría que sin ellos no tenía huevos. No lo entiendo. Me defraudaste Sacheri. Sí, igualmente el Secreto de sus Ojos es un gran película.

Un hombre va sólo, va sólo como fueron esos once charrúas, un equipo que era lo más parecido a un toro en un rodeo, todo estaba preparado para una fiesta, en la que los muertos eran ellos. Pero como todos sabemos, el toro los calló a todos, a todos, ¿eh? A la batucada, al Maracaná, al Carnaval y capaz hasta a un jovencísimo Edson Arantes, andá a saber.

Pero no Eduardo, ¿o me vas a decir que Máspoli; González y Tejera; Gambetta, Varela y Rodríguez; Ghiggia, Pérez, Migue, Schiaffino y Morán necesitaba rezos, talismanes o alguna que otra boludez así? Me extraña Sacheri.

Un hombre ve una mujer, un partido imposible, y va sólo, va solo bancandose las miradas del bar, de los amigos, del boliche o de la parada de Bondi. La de mozos trayendo cuentas, la de amigas riéndose o la de novios patovicas. Un hombre que sabe que el partido es difícil va sólo. De a muchos pelean los cagones, o los rugbiers (ya dejaré para otra oportunidad el temita este, no viene al caso).

Yo también iba perdiendo Eduardo, pero no perdía 1-0, no tuve la suerte que el brasuca Friaca me embocara uno, me embocó tres. Y no busqué once uruguayos milagrosos, o la formación de Bilardo en el 86´, o esa selección de Trinidad y Tobago que le dio vuelta un 10 – 0 a Angola. No Sacheri, los hombres vamos solitos. Agarré la pelota y fui para el centro de la cancha, como Obdulio, y le dije: “Nunca en mi vida una mujer me gustó tanto”.

Me costó, no te voy a mentir, nunca fue fácil remontar tres goles, pero yo tomé mucha Canarias y escuché mucho al Canario. No creo que me haya servido de nada pero lo quise contar. Lo importante Eduardo, es que me regaló una sonrisa como esa, de las que no se piensan ni se fingen, una sonrisa como ninguna foto tiene, una de adentro, una sonrisa exactamente así.


Basado en el cuento: Una sonrisa exactamente así

Versión en video, narrada por Alejo Apo