lunes, 10 de mayo de 2010
Ciudades
Las ciudades están hechas con las personas que viven en ellas. La suma y la resta de sus odios y sus amores.
lunes, 8 de marzo de 2010
Justo hoy
El cuento es otro, Una sonrisa exactamente así lleva por título. No voy a transcribir nada, no adhiero al plagio ni nada que se le parezca, simplemente me di cuenta que Sacheri se equivocó.
Yo también conozco a Obdulio, al Negro Jefe, también me enseñó que los de afuera son de palo, y que cumplidos solo si campeones. Por eso creo que seguí leyendo el cuento, porque hablaba de la selección del 50, la del Maracaná, la que cambió la historia. En el relato, un tipo, de esos que siempre quise ser, los que se la juegan de verdad, se chamuya una mina en un barcito de Suipacha hablándole de la Celeste, de Ghiggia y de Schiaffino.
Le busqué la vuelta, lo leí muchas veces, buscando guiños cómplices, giros verbales demasiado rebuscados para entenderlos, pero no. No entiendo como Sacheri escribió eso. Cómo permitió decirse que ese grupo de hombres era como un talismán, que sin su evocación no podía animarse a nada, que los necesitaba junto a él, que se recitaba la formación de memoria. El Negro Fontanarrosa o cualquier pibe de barrio diría que sin ellos no tenía huevos. No lo entiendo. Me defraudaste Sacheri. Sí, igualmente el Secreto de sus Ojos es un gran película.
Un hombre va sólo, va sólo como fueron esos once charrúas, un equipo que era lo más parecido a un toro en un rodeo, todo estaba preparado para una fiesta, en la que los muertos eran ellos. Pero como todos sabemos, el toro los calló a todos, a todos, ¿eh? A la batucada, al Maracaná, al Carnaval y capaz hasta a un jovencísimo Edson Arantes, andá a saber.
Pero no Eduardo, ¿o me vas a decir que Máspoli; González y Tejera; Gambetta, Varela y Rodríguez; Ghiggia, Pérez, Migue, Schiaffino y Morán necesitaba rezos, talismanes o alguna que otra boludez así? Me extraña Sacheri.
Un hombre ve una mujer, un partido imposible, y va sólo, va solo bancandose las miradas del bar, de los amigos, del boliche o de la parada de Bondi. La de mozos trayendo cuentas, la de amigas riéndose o la de novios patovicas. Un hombre que sabe que el partido es difícil va sólo. De a muchos pelean los cagones, o los rugbiers (ya dejaré para otra oportunidad el temita este, no viene al caso).
Yo también iba perdiendo Eduardo, pero no perdía 1-0, no tuve la suerte que el brasuca Friaca me embocara uno, me embocó tres. Y no busqué once uruguayos milagrosos, o la formación de Bilardo en el 86´, o esa selección de Trinidad y Tobago que le dio vuelta un 10 – 0 a Angola. No Sacheri, los hombres vamos solitos. Agarré la pelota y fui para el centro de la cancha, como Obdulio, y le dije: “Nunca en mi vida una mujer me gustó tanto”.
Me costó, no te voy a mentir, nunca fue fácil remontar tres goles, pero yo tomé mucha Canarias y escuché mucho al Canario. No creo que me haya servido de nada pero lo quise contar. Lo importante Eduardo, es que me regaló una sonrisa como esa, de las que no se piensan ni se fingen, una sonrisa como ninguna foto tiene, una de adentro, una sonrisa exactamente así.
Basado en el cuento: Una sonrisa exactamente así
Versión en video, narrada por Alejo Apo
martes, 2 de junio de 2009
No les voy a mentir
Nunca fui un gran lector de Benedetti, pero hubo una vez un poema.
Ese poema había expresado varios años antes lo que un día quería escribir.
Sospecho que eso es lo que hace popular a un poeta.
Mis respetos
TÁCTICA Y ESTRATEGIA
Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos.
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos .
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos .
mi estrategia es
en cambio
más profunda
y más simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.
sábado, 28 de marzo de 2009
Ojo por ojo
La Ciudad como Cárcel
La sociedad de consumo, que consume gente, obliga a la gente a consumir, mientras la televisión imparte cursos de violencia a letrados y analfabetos. Los que nada tienen pueden vivir muy lejos de los que tienen todo, pero cada día los espían por la pantalla chica. La televisión exhibe el obsceno derroche de la fiesta del consumo y a la vez enseña el arte de abrirse paso a los tiros.
La realidad limita a la tele, la violencia callejera es la continuación de la televisión por otros medios. Los niños de la calle practican la iniciativa privada en el delito, que es el único campo donde pueden desarrollarla. Sus derechos humanos se reducen a robar y a morir. Los cachorros de tigre, abandonados a su suerte, salen de cacería. En cualquier esquina pegan el zarpazo y huyen. La vida acaba temprano, consumida por el pegamento y otras drogas buenas para engañar el hambre y el frío y la soledad; o acaba la vida cuando una bala la corta en seco.
Caminar por las grandes ciudades latinoamericanas, se está convirtiendo en una actividad de alto riesgo. Quedarse en casa, también. La ciudad como cárcel: quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo. Quien tiene algo, por poco que sea, vive bajo estado de amenaza, condenado al pánico del próximo asalto. Quien tiene mucho, vive encerrado en las fortalezas de la seguridad.
Los grandes edificios y conjuntos residenciales son castillos feudales de la era electrónica.Les falta el foso de los cocodrilos, es verdad, y también les falta la majestuosa belleza de los castillos de la Edad Media, pero tienen grandes rejas levadizas, altas murallas, torres de vigía y guardias armados.
El Estado, que ya no es paternalista sino policial, no practica la caridad. Pertenecen a la antigüedad los tiempos aquellos de la retórica sobre la domesticación de los descarriados a través de las virtudes del estudio y del trabajo. En la época de la economía de mercado, las crías humanas sobrantes se eliminan por hambre o por tiro. Los niños de la calle, hijos de la mano de obra marginal, no son ni pueden ser útiles a la sociedad.
La educación pertenece a quienes pueden pagarla; la represión se ejerce contra quienes no pueden comprarla.
Según el New York Times, entre enero y octubre de 1990, la policía asesinó más de cuarenta niños en las calles de la ciudad de Guatemala. Los cadáveres de los niños, niños mendigos, niños ladrones, niños hurgadores de basura, aparecieron sin lenguas, sin ojos, sin orejas, tirados en los basurales. Según Amnesty Internacional, durante 1989 fueron ejecutados 457 niños y adolescentes en las ciudades brasileñas de Río de Janeiro, San Pablo y Recife. Esos crímenes, cometidos por los Escuadrones de la Muerte y otras fuerzas del orden parapolicial, no han ocurrido en las áreas rurales atrasadas, sino en las más importantes ciudades de Brasil: no han ocurrido donde el capitalismo falta, sino donde sobra. La injusticia social y el desprecio por la vida crecen con el crecimiento de la economía.
En países donde no hay pena de muerte, se aplica cotidianamente la pena de muerte en defensa del derecho de propiedad. Y los fabricantes de opinión suelen hacer apología del crimen. A mediados de 1990, en la ciudad de Buenos Aires, un ingeniero mató a balazos a dos jóvenes ladrones que huían con el pasacasetes de su automóvil. Bernardo Neustadt, el periodista argentino más influyente, comentó en la televisión: Yo hubiera hecho lo mismo. En las elecciones brasileñas de 1986, Afanásio Jazadji ganó un puesto de diputado en el estado de San Pablo. Él fue uno de los diputados más votados en toda la historia de ese estado. Jazadji había conquistado su inmensa popularidad desde los micrófonos de la radio. Su programa defendía a gritos a los Escuadrones de la Muerte y predicaba la tortura y el exterminio de los delincuentes.En la civilización del capitalismo salvaje, el derecho de propiedad es más importante que el derecho a la vida. La gente vale menos que las cosas. Resulta revelador, en este sentido, el caso de las leyes de impunidad. Las leyes que absolvieron al terrorismo de Estado ejercido por las dictaduras militares, en los tres países del Sur, perdonaron el crimen y la tortura, pero no perdonaron los delitos contra la propiedad(Chile: decret-ley 2.191, en 1978; Uruguay: Ley 15.848, en 1986: Argentina; Ley 23.521, en 1987).
Eduardo Galeano - Úselo y tírelo
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miércoles, 18 de marzo de 2009
Ver fútbol
martes, 17 de marzo de 2009
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haya matado mi vieja ilusión